Thomas L. Friedman | Ganador tres veces del premio Pulitzer
En septiembre de 1996, visité Irán. Uno de mis recuerdos más perdurables de ese viaje fue que en el vestíbulo de mi hotel había un letrero encima de la puerta proclamando “Abajo EUA”. Sin embargo, no era una pancarta o un grafiti. Era una baldosa pegada al muro. Pensé para mis adentros: “¡Vaya, eso está cimentado ahí!” No saldrá fácilmente”.
Casi 20 años más tarde, en las consecuencias del borrador de un trato entre la administración Obama e Irán, tenemos lo que pudiera ser la mejor oportunidad de empezar a aflojar un poquito ese letrero, a aligerar la guerra fría-caliente entre EEUU e Irán que ha trastornado a la región durante 36 años. Sin embargo, es una oportunidad cargada de verdaderos riesgos para EEUU, Israel y nuestros aliados árabes de la vertiente sunita: que Irán pudiera convertirse con el tiempo en un estado con armamento nuclear.
Barack Obama me invitó a la Oficina Oval el sábado para exponer exactamente cómo él estaba intentando equilibrar estos riesgos y oportunidades en el marco del acuerdo alcanzado con Irán la semana pasada en Suiza. Lo que más llamó mi atención fue lo que yo llamaría una “doctrina Obama” incrustada en los comentarios del presidente. Esto surgió cuando pregunté si había un denominador común en sus decisiones de romper con viejas políticas de Estados Unidos que aíslan a Myanmar, Cuba y ahora, Irán.
Obama dijo que su perspectiva era que el “compromiso”, combinado con cubrir necesidades estratégicas, pudiera servir mucho mejor a los intereses de EEUU de cara a estos tres países, antes que interminables sanciones y aislamiento. Él agregó que EEUU, con su poder abrumador, necesita tener la autoconfianza de correr algunos riesgos calculados para abrir nuevas posibilidades, como intentar forjar un trato diplomático con Irán que, aunque le permita conservar una parte de su infraestructura nuclear, demore su capacidad para fabricar una bomba nuclear en al menos una década, si no más.
“Tenemos el poder suficiente para ser capaces de poner a prueba estas propuestas sin ponernos en riesgo. Y esa es la cuestión. es como si la gente no entendiera”, dijo el presidente. “Consideremos un país como Cuba. Que nosotros pongamos a prueba la posibilidad de que el compromiso conduzca a un mejor resultado para el pueblo cubano, no hay tantos riesgos para nosotros. Es un país diminuto. No es una amenaza para nuestros intereses fundamentales de seguridad, y no hay razón para no poner a prueba la propuesta. Y si resulta que eso no conduce a nuevos resultados, podemos ajustar nuestras estrategias.
Lo mismo con respecto a Irán, país más grande y peligroso, que ha participado en actividades que resultaron en la muerte de estadounidenses, pero la verdad es: el presupuesto de Irán para defensa es de 30.000 millones de dólares. Nuestro presupuesto para defensa ronda los 600,.000 millones de dólares. Irán entiende que no puede combatir con nosotros. Preguntaron sobre una doctrina Obama. La doctrina es: Nos comprometeremos, pero conservaremos todas nuestras capacidades”. La noción de que no es posible disuadir a Israel “sencillamente no es así”, agregó. “Así que si nosotros decimos, ‘Probemos’ -en el entendido que estamos conservando todas nuestras opciones, que no somos ingenuos- pero, de hecho, podemos resolver estos problemas por la vía diplomática, es más probable que estemos seguros, en una posición mejor para proteger a nuestros aliados, ¿y quién sabe? Irán pudiera cambiar. Si no lo hace, nuestras capacidades disuasivas, nuestra superioridad militar se queda donde está. No estamos renunciando a nuestra capacidad de defendernos solos o a nuestros aliados. En esa situación, ¿por qué no lo pondríamos a prueba?” Obviamente, Israel es una situación diferente, agregó. “Bien, lo que usted pudiera oír del Primer Ministro (Benjamín) Netanyahu, al cual respeto, es la noción, ‘Mire, Israel es más vulnerable. Nosotros no tenemos el lujo de poner a prueba estas propuestas como lo tienen ustedes’, y entiendo eso totalmente. Y lo que es más, entiendo totalmente la creencia de Israel en el sentido que dada la trágica historia del pueblo judío, ellos no pueden depender exclusivamente de nosotros para su propia seguridad. Sin embargo, lo que yo les diría a ellos es que no solo estoy comprometido absolutamente a asegurarme de que ellos mantengan su ventaja en lo militar, y que puedan disuadir cualquier ataque en el futuro, sino lo que estoy dispuesto a hacer es compromisos que le darían a todos en el barrio, incluido Irán, una claridad de que si Israel fuera atacado nosotros lo apoyaríamos. Y eso, creo, debería bastar para aprovechar esta oportunidad irrepetible de ver si, cuando menos, podemos quitar el tema nuclear de la mesa”.
Después agregó: “Lo que le diría al pueblo israelí es que no hay formula, no hay opción alguna, para impedir que Irán obtenga un arma nuclear que sea más efectiva que la iniciativa y el marco diplomático que nosotros proponemos; y eso es demostrable”.
Sin embargo, el presidente dio voz -de una manera más emocional y personal de lo que yo hubiera oído alguna vez- a su inquietud por ser presentado en Israel y entre judíos estadounidenses como, de alguna manera, contrario a Israel, cuando sus opiniones sobre la paz son compartidas por muchos israelíes de centro-izquierda y funcionarios israelíes han reconocido a su administración por haber sido tan vigorosa como cualquiera para mantener la ventaja estratégica de Israel.
Con grandes sumas de dinero de campañas conservadoras fluyendo ahora a candidatos que acogen perspectivas a favor de Israel, cuál de los partidos apoya más a Israel se está convirtiendo en un tema divisivo, una carrera armamentista, con candidatos republicanos compitiendo por quién puede apoyar con menores reservas a Israel en cualquier desacuerdo con EEUU, así como demócratas a favor de Israel sintiéndose cada vez más orillados.
“Esta es un área que me ha preocupado”, dijo el presidente. “Miren, Israel es una democracia robusta y fuerte. Compartimos mucho. Compartimos sangre, familia. y parte de lo que siempre ha hecho algo tan especial de la relación es que ha trascendido al partido, y creo que eso debe conservarse. Tiene que existir la capacidad de que yo disienta con una política hacia los asentamientos, por ejemplo, sin que eso se vea como oponerse a Israel. Tiene que haber una forma de que Netanyahu no esté de acuerdo conmigo en las políticas, sin que eso se vea como algo contrario a la democracia. Además, creo que reviste importancia que cada parte respete el debate que se desarrolla en el otro país y no intente trabajar solo con una de las partes. Esto ha sido tan duro como cualquier cosa que yo hago debido a las profundas afinidades que siento hacia el pueblo judío. Ha sido un periodo difícil”.
¿Lo toma usted personalmente? Pregunté.
“Para mí, personalmente, ha sido difícil oír expresiones que de alguna manera esta administración no ha hecho todo lo podría por cuidar el interés de Israel; y la insinuación de que cuando tenemos diferencias estratégicas muy serias, que eso no está en el contexto de una profunda amistad que obliga a la preocupación y el entendimiento de las amenazas que el pueblo judío ha enfrentado históricamente y que sigue enfrentando”.
En cuanto a proteger a nuestros aliados árabes de fe sunita, como Arabia Saudí, dijo el presidente que ellos tienen algunas amenazas externas muy reales, pero tienen igualmente algunas amenazas internas; “poblaciones que en algunos casos están alienadas, jóvenes que están subempleados, una ideología que es destructiva y nihilista, y en algunos casos, solo una creencia de que no hay salidas políticas que sean legítimas para reclamos e injusticias. Así que una parte de nuestra tarea consiste en trabajar con esos estados y decir: ¿Cómo podemos nosotros reforzar sus capacidades defensivas en contra de amenazas externas, pero también, cómo podemos reforzar el cuerpo político en estos países, para que jóvenes sunitas sientan que ellos tienen algo más (que Estado Islámico o ISIS) de dónde escoger. Creo que las mayores amenazas que ellos enfrentan pudieran no estar llegando de una invasión de Irán. Va a ser de insatisfacción dentro de sus propios países. Es duro tener esa conversación, pero debemos tenerla”.
Dicho esto, el trato con Irán está lejos de haber terminado. Como advirtió el presidente: “Aún no hemos terminado. Hay muchos detalles por solucionar, y podría haber retrocesos y deslices y verdaderas dificultades políticas, tanto en Irán como obviamente aquí en el Congreso de EEUU”.
Respecto de la participación del Congreso, Obama dijo que insiste en conservar la prerrogativa presidencial de participar en acuerdos con carácter obligatorio con potencias extranjeras sin la aprobación del Congreso. Sin embargo, agregó: “Efectivamente creo que (el senador republicano de Tenesí, Bob) Corker, el director del Comité de relaciones Exteriores, es alguien a quien le preocupa sinceramente el tema y es un hombre bueno y decente, y mi esperanza es que podamos encontrar algo que le permita al Congreso expresarse pero no se enquiste en tradicionales prerrogativas de tipo presidencial; y se asegure de que, si efectivamente obtenemos un buen trato, podamos proseguir y ponerlo en marcha”.